Gadea quería mantener la calma, necesitaba ver la situación
con perspectiva. ¡Tranquilidad, tranquilidad !, se repetía. Se trataba de un par de episodios insignificantes pero,
extrañamente la conmovían. Eran como dos grandes burbujas de jabón que la
atrapaban provocándole asfixia.
Hubo un día de descanso pero, el cuarto fue determinante:
después de cenar instalaron el viejo sistema de diapositivas olvidado hacía
años en el trastero. Repasaron imágenes de varios años de su vida, vacaciones,
viajes, celebraciones…La CERTEZA
de que la persona que tenía a su lado era un extraño cayó sobre Gadea
sepultándola bajo un enorme montón de escombros.
Cuando, días después,
logró apartar los cascotes, la pregunta fue: ¿ Y AHORA QUÉ ?
A veces, la respuesta parecía clara: “ tendré que empezar de
nuevo”. Gadea se planteó
reconducir su vida con alguien a quién sí conocía; “cualquiera me daría la razón”, pensaba, “a todas luces es
el único camino” . La soñada nueva
vida con “ el conocido” se presentaba como una tentación difícil de
evitar. Sin embargo, le duraba poco, cuando más, unas horas , y aunque se
alejaba de su cabeza volvía a aparecer con la misma intensidad, como el juguete
que un perro entierra y desentierra en el jardín, una y otra vez. El baile, entre el Si y el No, duró años. Es
lo normal en estos casos.
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