QUIÉREME

viernes, 25 de diciembre de 2020

LA INCAPACIDAD DE AMAR

Hay un yo, un tu, un nosotros y un ellos. Y luego hay un elemento perturbador incluso cuando no está. Un elemento que tiene muchas formas, unas dulces y aceptadas, otras simplemente aberrantes en su más puro sentido etimológico y también en el peyorativo. Me refiero al amor, un componente cotidiano y todopoderoso. Además es exquisitamente escurridizo. Y todo esto y todo lo que se pueda decir sobre el amor, que no tendría fin, hace que  la relación de un sujeto con él, se pueda clasificar en dos grandes grupos: 

-En uno, se unirían aquellos que se conforman y entienden la cantidad y la forma de amor que reciben. 

-En el otro, los que no reciben, los que quieren más y los que no comprenden el tipo de amor que les dan. 

De lo que me rodea puedo deducir que lo común es tener de todo un poco. Pero en ningún caso tenerlo todo; siempre hay alguien a quien no amas, alguien que no entiende cuanto lo amas, alguien que cree que lo amas indebidamente y no sé yo cuantas otras combinaciones del amor con sentimientos, pensamientos y o emociones. 

Por todo esto creo que yo, tu, nosotros y ellos somos incapaces de amar o de entender que nos aman, que para el caso es lo mismo. 

(P.D. yo estoy al margen de todas estas elucubraciones 😏).

miércoles, 23 de diciembre de 2020

EL TIEMPO COMO UNA PITÓN

Antes y después, el tiempo me devora.

Triste y feliz,  el tiempo me devora.

Perturbado y sereno, el tiempo me devora.

Torpe y lúcido, el tiempo me devora.

Sentado y en pie, el tiempo me devora.

Desilusionado y enamorado, el tiempo me devora.

Desconfiado y esperanzado, el tiempo me devora.

Siento el tiempo como una pitón enroscada a mi cuello.

¡Maldito tiempo que todo lo devora!

¡Maldito tiempo que cura para volver a enfermarte!

¡Que alivia y después te mata!

¡Maldito tiempo que todo lo devora!

martes, 22 de diciembre de 2020

EL PROCESO DE LAS COSAS

 Dice Martha que después de "yo pensé" siempre viene una pendejada. Así que, vaya por adelantado que lo que a continuación voy a contar, es, o puede ser, para algunos, una pendejada. La cosa es que yo pensaba que si tuviera la posibilidad de vivir una segunda vida, dejaría atrás todo aquello que quisiera dejar atrás. Por ejemplo, si muriese, al resucitar:

-me importaría una mierda lo que la gente pensara de mi,

-lucharía sin rendirme por las cosas que quiero,

-permanecería siempre asida a la cuerda que llevo en mi interior y que evita que me precipite al vacío,

-le compraría un Tesla a César, 😏,

-me mantendría siempre equilibrada emocionalmente, y por tanto,

-tendría la palabra perfecta para el momento oportuno y, entre otras cosas,

-me incomodaría, solo un poquito, tener la casa desordenada y/o sucia.

-(Por supuesto, pasaría de las pelotillas y la pelusa en la ropa negra y de los zapatos descuidados).

   Bien, pues he muerto, he resucitado y...... no es así. Para empezar, después de volver a nacer, por cierto, que fue el mismo día que la vez anterior, cómo la vez anterior, he tenido que aprender a respirar, a comer...y estoy aprendiendo a caminar, a hablar....Y todo lo que quería dejar atrás se ha venido conmigo. O sea, que NO HAY ATAJOS. Para cambiar es necesario pasar por el proceso. La esperanza que tengo es que hace casi un año que empecé. Así que, ya me queda menos.



lunes, 21 de diciembre de 2020

UNA SONRISA, POR FAVOR

 Estoy sentada en la silla de ruedas mirando la pared de enfrente, en la que hay colgado un cartel de la Guelaguetza de 2015. Pienso: no puedo bailar. No puedo vestirme,  peinarme o ponerme rímel. No puedo subir escaleras, ni hacerme un café, ni mucho menos cocinar tu plato favorito. No puedo invitarte a pasear o a ir al cine. 😔. Si puedo imaginar, soñar. Puedo leer, ver una serie, algo cómico en YouTube. También puedo desear, y deseo. Puedo recordar momentos, lugares, cosas, puedo escribir. 😃. Y hoy, 20 de diciembre del 2020, además, puedo coger tu mano, tocar tus brazos y hasta tus hombros y tu cara. Puedo estar tan cerca de ti que me lleno de tu olor que tanto extrañaba. Siempre lo hice con ganas y a conciencia. Hoy lo hago después de haber experimentado que quizás mañana no pueda, como no pude ayer. Hoy sé que eres un préstamo, que los momentos felices son un préstamo. 😏👍

domingo, 20 de diciembre de 2020

AL OTRO LADO DE LA PUERTA

Tengo los ojos cerrados. Los abro. Enfrente hay una puerta. Me acerco, inclino la espalda, miro por el ojo de la cerradura y ahí está el futuro. Estoy sentada en una silla electrónica frente a un ordenador. Las manos las reposo sobre una almohada que llevo en el regazo. Las miro y muevo ligeramente los dedos. Es todo lo que puedo hacer con ellas así que las animo a que espabilen y recuperen cuanto antes sus habilidades, esas que me permiten echarme un bocado a la boca, beberme un trago de agua, rascarme la nariz, darme un brochazo de colorete o ponerme las gafas para que sea innecesario agrandar la letra y ver lo que escribo. En la página virtual estampo una letra tras otra. Las elijo con un ratón que manejo con la barbilla. Intento leer más abajo, saber qué pone en los párrafos siguientes pero están en blanco. La hoja se va rellenando poco a poco, carácter tras carácter. Se me hace imposible adivinar lo que escribiré.

Cierro los ojos. Los vuelvo a abrir y de nuevo miro al otro lado de la puerta que se halla frente a mí en busca de mi futuro. Estoy acostada en la cama de un hospital. Me siento tranquila. Dos personas vestidas con uniformes blancos me apartan la sábana que me cubre y me lavan con una esponja y jabón. Me quedo cubierta de una espuma suave. Una toalla áspera como una lija me raspa la piel y acaba de golpe con la agradable sensación del lavado. Es ahora cuando tomo consciencia de mi estado: estoy atrapada en un cuerpo al que apenas reconozco y que va recuperando movilidad lentamente, tan despacio que a veces rozo el límite de la paciencia. En ocasiones me sitúo tan cerca de esa frontera que puedo oír mis gritos y sentir brotar mis lágrimas. Mi cara, mi pelo, mis manos, todo está raro. Reconozco que llegué a esta situación poco a poco, día tras día, semana tras semana, año tras año. Y luego, de repente, sucedió. Así ocurren todas las cosas.

Si ese es el futuro, entonces, quiero volver al presente.

Es otro día. Vuelvo a mirar por el ojo de la cerradura de la misma puerta. Reparo en algo que hay al fondo. Creo que siempre ha estado ahí pero me había pasado inadvertido hasta ahora. Presto atención, ¿qué es? Imposible discernir entre esa neblina. Todo esfuerzo es vano, así que desisto y echo la mirada a la izquierda. Observo que estoy cerca de una mesa sobre la que hay una bandeja. La bandeja contiene un bol con gazpacho, un plato llano con pescado blanco cocido, un melocotón duro y un chusco de pan. Alguien me da de comer. Me cuesta mover la comida dentro de la boca. Mis manos reposan sobre la almohada. Termino de comer y me acuestan. Siento alivio. Me doy cuenta de que estoy cansada. Caigo en un sueño hondo y grato.

Es un nuevo día. Hoy he olvidado en qué lado de la puerta estoy, ¿dentro o fuera?, ¿en el presente o en el futuro? Voy al gimnasio. Pedaleo en una bici estática, si me fallan las fuerzas la máquina me mueve. A la izquierda hay un enorme ventanal, detrás, árboles, y un camino que lleva al río. El agua está verde y serena, inmóvil, pareciera que solo yo me muevo, que soy la única parte viva del paisaje.

Despierto. No sé qué día es hoy, ¿miércoles o jueves?, ¿2, 3? No sé. Es septiembre, eso seguro. Calculo que voy camino de ocho meses en el hospital. Le doy vueltas a ese pensamiento. Se me viene a la cabeza una canción de Sabina :
-¿Quién me ha robado el mes de abril?

-¿Cómo pudo sucederme a mi?

 -¿Quién me ha robado el mes de abril ? 

-Lo guardaba en el cajón

-Donde guardo el corazón.

¿Quién me está robando todos estos meses? Me temo que el azar, o puede que el ladrón sea yo mismo. Cierro los ojos.

El otro lado del ojo de la cerradura me ofrece hoy una sonrisa en mi cara. Es una sonrisa sincera, relajada, intensa, de esas que pueden con todo. Ahora puedo ver con claridad lo que ayer era borroso. Lo que intuía en la pared de enfrente es, claramente, otra puerta. Me acerco, miro. Y detrás, también estoy yo. Ahí llevo la misma sonrisa. Mi cuerpo se parece más al que recordaba. Estoy de pie, seguro, fuerte, en paz. En la pared de la izquierda puedo leer en letras grandes y rojas la palabra DESEO. En la pared de enfrente, en verde, ESPERANZA, y en la derecha, en azul Klein, PERSEVERANCIA. A mi espalda, oigo cerrarse la puerta con llave. Desaparece. ¿Qué me importa? Ni puedo ni quiero volver allí. Me quedo aquí. Elijo este cuarto.