QUIÉREME

martes, 14 de octubre de 2014

LA LÍNEA

"Camino sobre una línea delgada como las cuerdas de los equilibristas ", dice Gadea. "Ellos llevan una barra que les ayuda a mantener el equilibrio pero yo llevo las manos vacias. Quizás por eso, una pequeña brisa, un mínimo soplo,  es capaz de empujarme a la iquierda o a la derecha, hacía delante o hacía atrás. En un segundo me siento capaz de todo, en ese momento podría hacer cualquier cosa con la seguridad de que lo estoy haciendo bien pero, en el segundo siguiente,  creo que es mejor que no haga nada. En un instante, en el tiempo que dura el chasquido de mis dedos, me lleno de energía, de paz, de sabiduría, de constancia, de paciencia, de disciplina. Y, no se cómo, pero al cabo de un rato, vuelve a sonar el chasquido de mis dedos y,  todo vira a negro, no veo, no hay luz, no se para donde ir qué hacer. ¡Mejor no hago nada! "
"Esa línea delgada, no es una metáfora, la veo ", asegura Gadea. " La veo en el suelo o suspendida unos centímetros por encima del piso. Es como cuando los niños juegan a andar sobre las juntas de las boldosas de las aceras. Si logran caminar diez metros sobre las juntas, han ganado, se sienten bien porque han superado los obtáculos con éxito. A veces, hay gente y te impiden avanzar pero, como tienes energía y determinación, un empujoncito no se considera trampa. El bienestar que proporciona el avanzar,  es el premio ".
"Caminar sobre una línea delgada es una forma de ser. El tiempo que pases en equilibrio sobre la línea es cuestión de caracter. Y de voluntad. Perder el equilibrio y volverlo a recuperar, perder y recuperar, caerse y levantarse, una y otra vez, eso es admirable. Y el esfuerzo solo es cosa del principio porque la energía del equilibrio, engancha. Engancha como el café, la nicotina y los besos.