En las películas de ciencia ficción hemos visto, muchas
veces, como extraterrestres conviven, sin levantar sospecha, con los humanos,
pero gracias a unas gafas llenas de tecnología o a un poder ocasional, el
humano descubre sorprendido y aterrado que la persona que tiene a su lado es un
lagarto, o un bicho raro y feo. Algo así es lo que sitió Gadea; no es que viese
a Zenón como a un marciano o un robot, no, pero, si de pronto, te despiertas en
tu casa al lado de un extraño, la sorpresa es grande y un poco de miedo da , ¿
que duda cabe ?
Gadea se levantó y,
para sacudirse definitivamente la corriente de sus manos, se quitó el vestido rojo, la ropa interior
, y se puso su bikini preferido,
con una parsimonia imposible,
para quien conozca a Gadea. Se tiró al agua. Y sí, logró acabar con lo que ella denominó, para sí, “el cortocircuito provocado por el
calor y la cerveza”.
Logró deshacer el malestar solo por ese día porque, a la mañana siguiente, “hubo un nuevo brote de tristeza en la
ciudad” : Gadea estaba en la cocina
preparando la comida; a un lado de la encimera tenía un plato con trozos de
bacalao ya desalado, encima de la vitrocerámica, una olla con agua para
cocerlo. También había sacado de los cajones el aceite de oliva, la sal, en
fin, todo lo que necesitaba para
un buen bacalao al pil pil, uno de los platos preferidos de hacer y de gustar
de su marido. ¡Zenón!, gritó, ¡cuando quieras baja que ya está todo preparado!
Y las palabras que obtuvo por respuesta, unos minutos después, cuando lo tenía
a su lado, fueron: ¡pero si yo no se cocinar esto!, ¡jamás lo he hecho! .
Buscaré la receta en Internet, debe estar bueno.
Gadea me contó que no le dio importancia, que solo se sintió
triste y que pensó que se trataba de una de las extravagancias de su marido; a
él le gustaba tanto la comida tradicional como la tortilla de patatas
desestructurada; a veces, escuchaba durante días folklore africano y luego, música barroca o pop de los ochenta;
igual practicaba el tiro con arco que observaba las estrellas ; un día leía las
enseñazas de Buda, y al otro, el Corán o el último best seller ( con el que
nunca era indulgente). Sin
embargo, cuando horas mas tarde,
Gadea estaba recordando el episodio del pil pil, su tristeza se convirtió en la misma
sensación del día anterior: Zenón
era un desconocido, ¡hasta su nombre le parecía no haberlo oído nunca! Como por revelación divina, supo que no se había tratado de una extravagancia, eran años luz de
distanciamiento. ¿Qué estaba pasando? Algo había cambiado en su marido. ¿ O en
ella? No, en él, no era el mismo. Èl , no era el mismo. Estaba segura.
Continuará.........
Continuará.........