QUIÉREME

jueves, 20 de febrero de 2014

GADEA Y EL DEVORADOR DE ILUSIONES

  Dice Gadea que siempre ha deseado crear un castillo, de piedra,  con unos cimientos y un tejado sólidos, decorado con muebles y objetos únicos. Pero, todo el mundo le decía que no era capaz. No le preocupaba, ni lo escuchaba, eran palabras vacías. Los deseos caminan sus propios caminos y así pasó con éste. Poco a poco lo fue construyendo superando miedos, ignorando fantasmas, toreando opiniones y envidias. Un día tras otro su castillo fue creciendo y cuando la construcción estaba a más de la mitad, se le presentaron, con claridad asombrosa, todas las excusas posibles para dejar de seguir construyendo; estaba claro, no era capaz de edificar un castillo. Paró la obra.
  Dos años después,  la misma claridad que le mostró las razones por las que tenía que dejar de construir el castillo, le destapó la equivocación que había cometido. Lo que antes parecía indudable ahora era pura cobardía. Se había instalado en unas obligaciones tan necesarias como indeseadas. Y en la frente parecía llevar escrita la palabra insatisfacción. Intentó empezar de nuevo pero no sabía como. Así que, ante la falta de ideas nuevas,  se vió obligada a llamar a puertas del pasado a las que no quería llamar . La gente que abría esas puertas, muchas no lo hicieron,  se mostraba sorprendida, y parecían leer la mente dudosa de Gadea que no acababa de creer que podía construir un castillo.
  Desde entonces han pasado algunos años más y ahí está, en la misma situación: dudando, en muchos momentos, de su capacidad y sin encontrar la forma de comenzar una nueva obra. O de seguir con la antigua.
  Gadea ha perdido mucho tiempo luchando contra ella misma. Ha perdido muchas oportunidades por su incapacidad de superar las palabras "tú no eres capaz". Sólo la indolencia y despreocupación de la infancia pudieron, en su momento, evitar la influencia de esa frase feroz y devoradora de ilusiones.

lunes, 17 de febrero de 2014

S/T

    Vivo en un país con muchas virtudes y con algunos defectos, uno particularmente feo: el desprecio. La gente de mi país desprecia a la gente de otros países, la comida, la música, el paisaje, el clima, cualquier cosa que venga de un centímetro más allá de sus límites. Estos límites no coinciden, casi nunca, con los límites legales o administrativos. Generalmente se trata de acotaciones personales, subjetivas y sin sentido. Mi país es un país pobre e ignorante y desprecia la cultura y la educación. Es un país ambicioso, y desprecia los métodos productivos y el ocio. Teniendo en cuenta estas dos características será más fácil entender la práctica del desprecio. Las gentes de mi país han practicado tanto tiempo y tan amenudo esa actitud, que han desarrollado un habla cuyas características  principales son: el arrastre de las palabras, una pronunciación vaga, un volumen suficientemente alto como para dañar los oídos y utilizar siempre la ironía.
      Luego está ese desprecio por las pintas de las gentes, por las gentes libres que saben hacer lo que quieren, por las gentes que dicen lo que piensan. Lo política y católicamente correcto tiene un valor extraordinario para ellos. Ahí no saben ver la mentira. Ni saben ver la verdad en lo no convencional. "Las cosas son así porque siempre han sido así".  Amén. ( Este amén es irónico, por supuesto ).