QUIÉREME

domingo, 23 de mayo de 2021

Sentimiento de Viernes Santo

 Hoy, el día me ha sabido a Viernes Santo. Ha sido morado y negro. Me ha olido a flores, cera, incienso. Ha sido luminoso y, de pronto, se ha nublado. He sentido esa soledad profunda que notas cuando las calles del centro están abarrotadas. Y por las otras, andan a toda prisa, cogidos del brazo, las parejas que se han retrasado por falta de costumbre; porque solo se arreglan y salen en Viernes Santo y el Día de la Virgen. Merecen escribirse con mayúsculas, sí, porque son fechas de vestidos nuevos y comida especial: garbanzos, acelgas, bacalao, panetillos, rosquillas. Yo, en Viernes Santo, y en días que parecen Viernes Santo, me pongo lo mejor que tengo, el mejor traje y los mejores zapatos; me peino con mi mejor peinado; me maquillo con mi mejor sombra de ojos y mi mejor rímel; me cuelgo en el hombro mi mejor bolso y me dispongo a salir. A veces, salgo y vuelvo a entrar. Otras veces no llego ni a cruzar la puerta de la calle; doy media vuelta, me cambio de ropa y......me meto en la cama hasta que se disipe el sentimiento de Viernes Santo.

Síndrome de enclaustramiento

Estoy atrapado en el mismo cuerpo pero

en otro edificio, en otra ciudad. 

Siento las mismas náuseas, el mismo agotamiento. 

Quiero las mismas cosas, a las mismas personas. 

Permanezco sujeto a los mismos deseos, a los mismos sueños.

Desprecio las mismas imágenes, los mismos nombres y 

apellidos.

Me mueve lo mismo, me paraliza el mismo miedo.

No hay un antes y un después; todo es

un continúo, sin descanso. 

¡Ocupo tan poco sitio que casi no puedo respirar!

¡Tengo tan pocas fuerzas que no puedo gritar!

Ya sé que el milagro de la libertad no existe, 

ni en vida, ni después. ¡Siempre estamos sujetos 

a lo queremos y a lo que aborrecemos!

Que nadie me hable, que nadie me mire, que nadie me piense.

Hoy estoy condenado a soportarme.