Gadea abrió uno
de los ciento cincuenta embalajes que el camión de la mudanza dejó en el salón
de su nueva casa. Dentro de ese envoltorio, abierto al azar, encontró tres fotos y una cajita de madera pintada color azul celeste. Eran la foto de su
madre, muerta joven y bellísima, la foto de un trabajo lleno de promesas, y la
de un falso amor, mentiroso, que le descontroló la brújula y le indicaba
norte cuando quería decir sur. La caja contenía quinientos recortes de papel,
con forma de labios, color carmín. Leves como “el ser” y poderosos como un arma de fuego que puede quitar la vida, dispararon una bala de
plomo contra las fotos. Y se murieron las dudas.
sábado, 7 de noviembre de 2015
LOS SUEÑOS Y LOS MONSTRUOS
Gadea ha deseado el mismo deseo muchas veces: una casa con muros de piedra y un tejado de verdad. En los
puntos más altos de la gráfica de su vida, casi rozaba con sus manos la fachaa de la nueva casa. Y
entonces, otro sueño aparecía: un monstruo que olía a cóctel de especias derrumbaba
la incipiente construcción. Es cierto que, ya despierta, recordaba como de entre los escombros de la casa
de sus sueños, emergía su deseo, inmortal, como Ave Fénix. Pequeño y débil se elevaba para volver al
lugar donde esperan los sueños . Si Gadea consiguiera soñar con la muerte del
monstruo es seguro que conseguiría su casa. Sin inseguridad, el camino sería
recto, verde, y olería a jara. Lo se porque así lo he soñado yo.
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