QUIÉREME

miércoles, 13 de enero de 2016

LA MUJER DE PLÁSTICO

Syed es un egipcio que trabaja de chófer en un país donde a las mujeres les está prohíbido conducir. Syed ha descubierto que una de sus clientas es de plástico. Me lo ha contado Gadea. Quienes conocen a la mujer de plástico dicen de ella: es maja, correcta, ya quisiera yo estar así a su edad. Es todo. Son todos los comentarios que Gadea ha escuchado sobre la mujer de plástico. Gadea misma asegura que es incapaz de añadir algo más, de sumar un calificativo un poquito más pasional, bien sea positivo o negativo. No se la odia ni se la ama. Se ve guapa, pero no se la envidia. Intelectualmente parece seguir un carril determinado, según Gadea, un carril dibujado por alguien con capacidad de manipularla, probablemente su marido, a quien le ríe todas las gracias, incluso sus chistes clasistas. Su apariencia destaca sobre la mayoría debido al cuidado con el que se viste, se peina y se adorna. Su aspecto es tan esmerado y metiloso que, efectivamente, es antinatural. Sus gestos corporales, su postura es tan recta y medida que un gramo de espontaneidad le vendría bien.  Y su discurso, tan politicamente correcto y falto de ideas propias que es raro que pueda despertar interes. Con todo esto que me ha contado Gadea la conclusión de que es de plástico parece adecuada. Pero la cuestión es que no sabemos nada de ella, es hermética, es como una lata de sardinas, y es necesaria una herramienta específica para abrirla. Ahora bien, si pudiésemos abrirla ¿qué encontraríamos dentro? ¿a una muñeca de Famosa o a una mujer reprimida y manejada?