A veces sé que estamos condenados a ser lo que somos, a ser como somos. Que nada podemos hacer para cambiarlo aunque creamos que sí, aunque estemos convencidos de que se puede. Si quieres tener más determinación ¿cómo la consigues? No me digas que con fuerza de voluntad porque volvemos a lo mismo: ¿cómo?
Si quieres más fuerza física ¿cómo la obtienes? No me digas que yendo al gimnasio porque, en el caso de que la obtengas, será por un periodo de tiempo, seguramente corto.
En el caso de quieras más energía ¿cómo la alcanzas? No me digas que con buena alimentación y haciendo ejercicio, no. Porque igualmente, en el mejor de los casos, será temporal.
Si quieres cambiar un comportamiento en el que caes y una y otra vez ¿cómo haces? No me digas que meditando. No me digas que rezando.
Si has sido capaz de modificar algún aspecto de este tipo en tu persona, enhorabuena. Pero no ha sido obra tuya. Ha sido obra del azar, de alguna ley darwiniana, de un cúmulo de circunstancias favorables; simplemente es que el viento ha soplado a tu favor.
Si quieres cambiar algo así, lo único que está en tu mano es INTENTARLO CADA DÍA. No hay otra manera. Si tienes todo lo que quieres, si nunca has sufrido de verdad, si no has estado enfermo, si no te haces reproches, si te amas más que a nada, felicidades. Pero el mérito no es tuyo; la vida te lo ha regalado. Si no es el caso, si tu vida está marcada por una carencia, física o de carácter o de lo que sea, intenta superarla CADA DÍA. Es el único remedio: intentarlo, intentarlo, intentarlo. Y probablemente no lo consigas. Pero si no lo haces, entonces estarás negando la esperanza. Y eso, es peor.