Me siento en una silla en posición de meditar.
Atiendo a mi respiración.
A cada movimiento respiratorio
entra energía a mi cuerpo,
pasa por la columna vertebral y
se distribuye a cada célula.
Las células lesionadas la emplean para volver a
danzar la danza correcta, las demás
la utilizan para fortalecerse.
A cada movimiento respiratorio,
la imagen que proyecta el cerebelo
a la altura de mi entrecejo, es más definida.
A cada movimiento respiratorio estoy más cerca
de la meditación profunda, de ver
con claridad qué hay dentro del abismo
que me muestra el entrecejo.
Quizás no haya nada más que abismo.
A cada movimiento respiratorio estoy
un poquito mejor, un poquito mejor, un poquito mejor......
Y luego......quizás el abismo.