QUIÉREME

viernes, 7 de enero de 2022

2022

 Me dice Gadea: 

La primera vez que necesité rezar fue cuando me fui a la universidad; me marchaba de casa y recé para que a mis padres no les pasase nada malo, como si al irme yo se volvíeran más vulnerables, como si me presencia sirviese para protegerlos, ¡que tontería! La incertidumbre de no saber lo que pasa en un lugar donde no estás, siempre te lleva a presagiar algo malo. No es corriente creer cosas como: ahora que no estoy a lo mejor les sonríe la fortuna. El caso es que yo recé y a los pocos meses mi madre enfermó y al cabo de pocos años, mi madre murió. Y con ella murió la mejor versión de nuestras vidas y de nuestro futuro. Desde entonces, no rezo, para evitar malentendidos, para evitar recibir lo contrario de lo que pido porque, por una razón que no llego a entender, Dios me da negro cuando yo quiero amarillo.

Treinta años después, en diciembre de 2019, deseé con una fuerza intensa, que el siguiente año me trajera algo extraordinario. Quizás me faltó definirlo con exactitud. Di por hecho que estaba claro a qué me refería con la palabra extraordinario. Me equivoqué otra vez; a los pocos días de empezar el año, un extraordinario síndrome me mantuvo año y medio en el hospital. 

Ya no rezo, ni pido deseos. 

Ahora me sueño en mis deseos. Y sueño a la gente que quiero en sus deseos. Los sueños nunca fallan. 


                                                                                                      Gadea Díaz del Campo💭