Una tarde, como en la que empezó todo, sin previo aviso, sin
que, aparentemente, hubiese
cambiado algo, ni siquiera la posición de las macetas de los geranios, Gadea
notó como la respuesta a la omnipresente pregunta de los últimos años de su
vida llegó a su cabeza: “tengo que iniciar un viaje”. “Lo empiezo ahora mismo”.
Así me contó Gadea que sucedió. Sin dudas, sin peros, sin
vacilaciones . Así fue cómo supo que lo que tenía que hacer era comenzar una
relación con Zenón como si se acabaran de conocer. “Cuando aparezca por esa
puerta le estrecharé la mano, le
daré dos besos, como cuando te presentan a alguien, y le diré ¿ que tal?,
encantada de conocerte” . “ Después lo trataré como se trata a alguien que va por primera vez a tu
casa: le preguntaré si quiere
tomar algo, si quiere quedarse a cenar, si le gusta lo que hay de cena. Más
tarde, ¿ quien sabe?, a lo mejor
surge algo entre nosotros, si no esta noche , que podría ser algo precipitado
teniendo en cuenta que nos acabamos de conocer, a lo mejor mañana. “Creo que
puedo seducirlo si me lo propongo”.
“ Lo haré, seré una desconocida para él . ”
Y en esas está Gadea, de viaje hacía su nueva pareja. Y dice
que es un error esperar a que algo o alguien vuelva a ser como antes. Asegura
que nada ni nadie tiene la facultad de poder ser como era ayer,
afortunadamente.