QUIÉREME

domingo, 13 de diciembre de 2015

LA DESCONCERTANTE CASA DE LOS SUEÑOS DE GADEA

        Durante años Gadea sueña con una casa. Es una casa grande, a las afueras de una gran ciudad. Tiene  muchas habitaciones, varios salones que se comunican entre si y un gran patio cuadrado, descubierto, con barandilla y suelo de piedra, con aire de casa provenzal francesa rodeada de viñedos. De hecho ese patio es fácilmente imaginable amueblado con sillas y mesa de forja, mantel de cuadros, y sobre él, copas y una botella de vino. Incluso podría tener una fuente y hasta un ángelito de piedra, aunque en la casa de los sueños de Gadea no los hay. Algunos muebles vienen con la vivenda, como sofás estilo Luis XVI que Gadea nunca hubiese escogido aunque los acepta con agrado porque le resultan armoniosos, adecuados a ese espacio.
  Es una casa de reciente adquisión. Elegida, no impuesta. Resulta más de lo que podría desear. Perfecta, si no fuera porque hay algo desconcertante: cuando lleva un tiempo instalada, por casualidad, por azar, encuentra una estancia nueva. ¿Cómo puede ser que hasta ahora no haya visto este lugar? ¿Cómo puede ser que hasta ahora no haya abierto esta puerta? La angustia se apodera de su estómago, la ansiedad de sus nervios y el temor de su mente. La aflicción y la incertidumbre se le hacen insoportables cuando esa puerta abre una estancia completa donde vive otra familia, una mujer con niños pequeños que no muestran asombro al ser descubiertos por Gadea. Ese es el momento en el que uno despierta de los sueños. Es el momento en el que un sueño empieza a convertirse en pesadilla. Gadea, como cualquiera, sale del sueño traumatizada. La lucha por abandonar ese mundo onírico, cuando resulta una amenaza, siempre es dura, aunque sepas de antemano que vas a salir de ahí, que la pelea la gana la parte de ti que quiere despertar.    

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