QUIÉREME

lunes, 10 de noviembre de 2014

MANUELA

    Manuela González García-Caro siempre fue mayor, siempre parecío tener " más de cincuenta".  Cuando dos de sus conocidas se juntaban y salía a relucir Manuela, una, siempre preguntaba a la otra: ¿que edad tendrá ya? La respuesta era: "más de cincuenta" . Alguien dijo alguna vez que Manuela debía rondar los cincuenta cuando a penas rebasaba la treintena.
    Ahora Manuela pasa horas sentada en su mecedora en el porche de casa. Es un porche grande, con baldosas de trerrazo rojo y barandilla de madera oscura. Se sienta mirando a la calle: delante tiene su jardín y el portón de hierro. Detrás de su mecedora hay dos grandes ventanales protegidos por robustas rejas. Y al rededor del porche, hay macetas grandes y pequeñas con platas sanas y rebosantes de flores, sobre todo en primavera. Manuela lleva puestos unos vaqueros, zapatillas de deporte negras y una camiseta cualquiera. En invierno, encima de su camiseta cualquiera, un jersey cualquiera y, si el frío aprieta, se cubre las rodillas con una manta que deja sobre el respaldo de la mecedora hasta bien entrado el mes de junio.
     Manuela recibe visitas. Es una mujer simpática, natural; desinteresada en aparentar lo que no es, sin sinterés por parecer que tiene lo que no tiene. No esconde nada. O al menos, nada que nadie deba saber. Quienes la conocen más íntimamente, hablaron mucho, en su momento, sobre una relación, más o menos duradera, y más o menos intensa, entre Manuela y su primer amor, ese de los dieciséis. El tema fue motivo de muchas conversaciones porque, Manuela y su primer novio, eligieron consumar su pasión cuando él era el marido de la mejor amiga de Manuela. Nadie, sin embargo puede confirmar que aquello pasara. Lo que si parece confirmable es que, aparte de la supuesta, no tuvo ninguna otra relación. Alguien me contó que es una conversadora excelente pero que cuando se trata de hablar de amor,  se vuelve muda.
    Manuela ronda los setenta, y sentada en la mecedora de su porche, se balancea y lee. Mientras,  dos jovencitas pasan por la acera y la ven a través del portón de hierro. Una le dice a la otra: ¿conoces a esa mujer ? ¿ que edad tendrá? Y la otra responde: debe tener " más de cincuenta ".

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