Gadea siempre
deseó lo mismo: una casa con muros de piedra y un tejado de verdad. En los
puntos más altos de la gráfica de su vida, casi la rozaba con sus manos. Y
entonces, el mismo sueño: un monstruo que olía a cóctel de especias, derrumbaba
la incipiente construcción. Es cierto que, ya despierta, recordaba, como de entre los escombros de la casa
de sus sueños, emergía su deseo, inmortal, como Ave Fénix. Pequeño y débil se elevaba para volver al lugar
donde esperan los sueños . Si Gadea consiguiera soñar con la muerte del
monstruo es seguro que conseguiría su casa. Sin inseguridad, el camino sería recto,
verde, y olería a jara. Lo se porque así lo he soñado yo.
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