CON EL PSICÓLOGO 2. Un relato de Lasantiaga
¿Qué en qué lugar me deja a mí esto? ¿Eso me está preguntando? Debe estar alucinando con mi cara. Es que no me puedo creer que me pregunte esto.
-Pues imagino que me deja en muy mal lugar. Imagino que soy una tonta por haberme casado con él. Pero todos cometemos errores, ¿no? Para eso estoy aquí para que me de herramientas con las que pueda subsanar lo mal que me siento por haber cometido este error, el mayor error de mi vida. Dicho esto lo miro fijamente y tengo la sensación de que no me está escuchando, de que, o le aburro o tiene alguna preocupación que le urge más que mi historia. Se hace el silencio. Pasan unos segundos que me parecen larguísimos. Finalmente me dice:
-Bien, tráigame escrito en un papel todas sus preocupaciones, sus deseos, sus miedos. Escríbalos antes de acostarse o nada más levantarse por la mañana. Escribir es muy terapéutico y hacerlo en esos momentos ayuda a que lo que escriba sea más sincero. A esas horas su consciente no está tan alerta y es probable que su subconsciente deje escapar alguna cosa interesante que nos sirva para el próximo día.
Pues sí que me ha despachado rápido.
-¿Esto es todo por hoy?
-Si quieres contarme algo más, te escucho.
-Bueno, ¿cree que lo que le he contado, esas circunstancias, me hagan sentir mal físicamente? O sea ¿cree que mi malestar físico se puede deber a eso?
-Podría ser pero, de momento necesitamos profundizar más. Por eso quiero que me haga ese relato, para ver como lo expresa, para que me de matices sobre sus sentimientos, pensamientos, sobre sus emociones a cerca de lo que me ha contado.
-Está bien, lo haré. Entonces ¿me voy?
-Si quieres contarme algo mas, te escucho.
Acabo de sentir una mala leche por dentro, así por el estómago, que mejor me voy. Si, me voy. Me levanto despacio, cojo mi chaqueta que había dejado en el respaldo de la silla y le digo:
-Pues ya está entonces. Adiós, gracias.
Me acompaña hasta la puerta y sin mirarme a la cara me dice:
No olvide pasar por el mostrador. Concha le dará hora para la próxima cita.
Si no he entendido mal me ha dicho le dará, o sea, me ha tratado de usted cuando durante todo el tiempo que hemos estado hablando me tuteaba, como yo a él. Uy, eso no me gusta. Voy directa al mostrador. Concha está atendiendo una llamada, cuando cuelga le pido cita. Mira en el ordenador imagino que su agenda y me propone el próximo martes a la misma hora, a las 8. Le digo que sí, que está bien y añade:
-Son 115. ¿Me paga en efectivo o con tarjeta?
-Con tarjeta.
No he traído suficiente efectivo. Le pago y me voy, como si tuviera prisa. Y sí, tengo prisa para pensar en privado, sin que vea, lo caro que me ha parecido: ¿115 pavos por esto? Creí que eran 80 lo que me iba a costar. Que ya está bien 80 eurazos por lo que ha hecho pero, ¿115? Bueno, cálmate, a lo mejor merece la pena. Démosle un voto de confianza. Ha sido la primera consulta, la toma de contacto. Mae dijo que era muy bueno, un psicólogo conductista de los mejores de Madrid. Y Mae tiene buen criterio, eso sin duda. De hecho he venido porque creo en su criterio. A ella le fue muy bien. Claro que a lo mejor le fue bien porque es china y aunque se haya criado aquí, sus rarezas de china tiene. No sé, ya no sé que pensar.
¡Ay, ay, ay, ay, ay........ casi me mato! ¡Qué hostia me acabo de dar por ir distraída! Mira esos como me miran, se estarán divirtiendo pero, no son capaces de venir a ayudarme. Me he hecho daño en el tobillo, espero que no sea nada. Es que menudo socavón hay ahí alrededor del árbol. Sí, hay que ser tonto para ir a meter el pie ahí pero si vas distraído, te lo comes. Ahora creo que también me he hecho daño en las rodillas. Uy, si me he desollao también las manos. La verdad es que no me siento bien. Me voy a sentar un rato ahí en ese banco a ver si me relajo. La consulta con ese señor me ha puesto de muy mal humor. ¿Por qué? ¿Por el precio? No, ya estaba de mal humor antes de salir de la consulta. No sé bien qué me ha molestado, qué me ha saltado los plomos. No sé. Creo que estaba ausente, que no escuchaba lo que le decía. O simplemente es que yo no estoy bien. Eso está claro: bien, no estoy.
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