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miércoles, 11 de diciembre de 2019

FRAGMENTOS _2_


La casa, el hogar, es como dicen que es el azúcar: dulce y venenosa. Si no trabajas fuera de casa hay que tener mucho cuidado de no ingerir más hogar del necesario. De lo contrario podría ser mortal.

Me gustaría estar delgada, claro, como a todas. Pero nunca podría ser Barbie porque no es mi esencia. Nunca elegiría a una Barbie como mi prototipo de belleza y menos si es de carne y hueso.

Todos mis miedos se refugian en mi vientre hinchado. Por eso no puedo hacerme una liposupcción; no puedo permitir que mis miedos se dispersen, si lo hacen ¿cómo encontrarlos luego? Están mejor ahí, recogidos para que pueda ir eliminándolos uno a uno y poco a poco. Cuando me veas delgada, sin barriga, piensa que soy un poco más feliz porque tengo menos miedos. 😉

Es un cuento que Borges escribió un cuento sobre un tipo que pasó toda la vida escribiendo su novela. De hecho no pasó de la primera frase. Era tan perfeccionista que nunca encontró la frase suficientemente buena como para pasar a la siguiente.

lunes, 23 de septiembre de 2013

¡QUE FAMILIA TAN ENVIDIABLE!

     Me hablaba Gadea anoche de una familia que las dos conocemos: los García-Gil. Ella es periodista, él arquitecto. Tienen dos hijos, altos,  guapos ( es un decir )  y buenos estudiantes. Viven en una casa de unos treinta metros de fachada, de ladrillo "visto" o,  lo que es lo mismo, " ladrillo caravista que se fabrica para ser colocado en exteriores e interiores sin recubrimientos ". La casa tiene un gran portón de madera maciza y grandes rejas en las ventanas. Él, es un hombre introvertido, serio, no sale, no bebe. Cuando termina de trabajar, cuando deja la mesa a la que se sienta durante ocho horas diarias,  desde hace ya más de veinte años, se va a casa a cuidar del jardín y la piscina. La envidia de muchas mujeres , ¡sin duda! Ella sale con frecuencia, tiene compromisos con su Iglesia: organiza rifas y mercadillos, entre otras cosas,  para recaudar dinero para los pobres.  En fechas como Navidad y Semana Santa, las salidas se multiplican porque los quehaceres en la Iglesia y los propios ritos religiosos demandan más tiempo, como es natural. Parece una actitud muy norteamericana esa de "dedicar tiempo a su iglesia ",  ¿verdad? pero,  la verdad es que también es muy española, ahora que lo pienso.

  A eso de las seis de la tarde en invierno, a las ocho en verano,  es frecuente oir en esa casa:
 -¡ Cariño ! , me voy a la Iglesia. Vuelvo en un par de horas. ¿Te ocupas de la cena y de los chicos? ¡Que no se vayan tarde a la cama que mañana hay que madrugar !
-Si. Si.
-¿Me oyes? Mañana hay colegio.
-Si. Si. Tranquila. Me ocupo de todo.

  ¡Que familia tan envidiable!,  piensa la vecina de al lado cuando, desde su patio,  oye estas palabras. La vecina de al lado tiene un marido bebedor y juerguista," buen hombre,  pero bebedor y juerguista " es como lo definen todos los que lo conocen. Y la mujer tiene envidia, me dice Gadea. Tiene envidia de un marido como su vecino que hace dos días estaba en la biblioteca mirando por internet productos venenosos. Esa fue una de sus búsquedas: productos venenosos.  Estaba recogiendo información sobre sustancias que se utilizan en el campo como pesticidas y sobre otras que Gadea no conocía. Se mostró muy interesado en las consecuencias que podría provocar una de esas sustancias, cuyo nombre Gadea no logró ver,  si  era ingerida por una persona. También miró con mucho interés la procedencia y el método de fabricación del producto. Todo normal , ¿no?
   Dice Gadea que estaba sentado justo a su espalda,  detrás de ella,  y lo que aparecía en la pantalla del ordenador de García-Gil ,  se reflejaba con toda claridad,  en la pantalla del ordenador de Gadea siempre que éste estuviera apagado. A si que,  Gadea optó por no encender su ordenador y cotillear lo que hacía García-Gil, que por cierto ,  no es su apellido sino el apellido de su mujer,  hasta a los hijos los llaman así cuando su primer apellido es López. En fin, dice Gadea que algo le produjo escalofríos:  el interés, el empeño, la concentración que tenía al borrar del ordenador todo rastro de su búsqueda. La forma, los pasos que tenía que seguir los llevaba meticulosamente apuntados en una hoja que guardaba entre las páginas de un libro. Dice Gadea que comprobó el contenido de la hoja cuando García-Gil se levantó de su sitio y se metió en el baño. Gadea, sin moverse de su silla,  alcanzó el papel, lo vió y lo volvió a dejar donde estaba.  Dice que eso más que interesarle, la inquietó, tanto que por la noche,  a penas pudo conciliar el sueño y por eso, hace unas horas, me preguntaba por esta familia como quien pregunta por el tiempo que hace en tu ciudad. Claro que quizás esperando algo interesante que yo desconozco si ha sucedido.

De todas formas estaré atenta y si se de algo os lo contaré.