miércoles, 6 de febrero de 2013
martes, 5 de febrero de 2013
ADIÓS A JUAN RULF 6º y última parte
-->
-Félix: ¿El músico?, no, no lo dejaste
por mí. Cuando yo te conocí ya no
lo querías, decías que te hacía la vida imposible, que ya no aguantabas más,
que se había convertido en un desconocido y que cada vez te exigía más, que no
te dejaba respirar. Yo sólo te ayudé a dejarlo, te di la fuerza y la confianza
que necesitabas. Pero no lo dejaste por mí. ¿No te habrás arrepentido?. ¿Qué
hacías tú con un tipo con esas pintas?. Tu no tienes nada que ver con él.
-Caniche:
oye, no te pases, yo también he nacido y me he criado en el mismo barrio y si
él te parece un barriobajero, por
esa regla, yo también lo soy.
-Félix:
no es verdad. Tú tienes tu carrera y un trabajo en una empresa importante..
-Caniche:
si, un trabajo en una empresa importante, pero un trabajo temporal. Mañana se
cansan de mí y me dan una patada en el culo.
-Félix:
confía en mí. Si pasara algo ya veríamos lo que podría hacer el sindicato, tu
sabes que les iba a costar trabajo echarte estando yo de presidente. Tú confía
en mí. Pero me estas cambiando el tema. ¿ Me vas a hacer la lista esta tarde?.
Caniche que tiene una voz chillona y
desagradable grita: ¡ no te voy a hacer una lista de mis amantes, ni a ti, ni a nadie !
No
pasan cinco segundos cuando se oye un fuerte portazo. Me gustaría ver la cara
de Félix en este momento. No se oye nada durante un buen rato. Supongo que
estará pensando como solucionar este conflicto. Estará inventando frases
bonitas y conmovedoras para arreglarse con ella. Siempre, ahora también, me pregunto cómo serían sus
reconciliaciones. Lo más probable es que fueran con palabras, hablando. Félix
se las pinta solo para inventar argumentos e ideas a su favor, argumentos que
te hacen sentir culpable de algo que no has hecho. Claro que cuando ya lo
conoces, cuando conoces sus argucias , en cuanto abre la boca, sabes que
está en proceso de creación de una
teoría con la que te va a atacar para defenderse, claro está. Cuando eres capaz de reconocer ese
momento, estás salvado. Caniche parece que todavía no lo ve.
Se
fue enfadada y Félix la volvió a llamar por teléfono. Cuando descolgó dio a
entender que había cogido el coche y que ya estaba cerca de Madrid. Él, educado
y amable, sin llegar a ser empalagoso, que yo creo que ni aunque quisiera
sabría como serlo, le pidió que volviera y ella volvió, sin más. ¡Que fácil!.
Eso ¿será amor? Desde que suena el
timbre hasta que hablan pasa un buen rato. Debe ser que ninguno de los dos
encuentra la forma de expresar lo que sienten. Imagino que uno quiere pedir
perdón, sin pedirlo, para tranquilizarla. Y la otra no sabe como decirle que lo
quiere pero que no acepta esas peticiones tan extravagantes como
estúpidas.
Seguidamente descubrí que ninguna de
estas suposiciones se correspondían con la realidad. Sin ninguna razón
consciente rebobiné y volví a escuchar el silencio, volví a escuchar ese buen
rato sin palabras que la grabadora guardaba. Y me reveló, esta vez si, la realidad; en su momento escuché esa grabación una y otra
vez, todas oí lo mismo y todas pensé lo mismo, pero ahora veo, oígo, sé claramente , que en ese
rato estan haciendo el amor. Una mujer pensaría que Caniche debe ser muy
apasionada. Un hombre tendría claro que, con las tetas de Caniche, no cabe otra cosa que una reconciliación
con sexo.
Y yo no hago más que darle gracias a Dios
por haber conocido el sexo y el amor y la pasión, porque, si sigo
con Félix , la Iglesia Católica me hace Santa, Santa Gadea. Y por cierto, el
libro de Juan Rulfo se quedó en aquella casa; fui a por un libro y me traje una
grabadora que contenía ……… otra
historia.
ADIÓS A JUAN RULGO 5ª parte
Era mi
rincón preferido, ese rincón en el que las cosas te resultan más fáciles, te
concentras mejor y hasta hablas con más fluidez el día que tienes la suerte de
tener tiempo para una buena sobremesa, prolongada, sin prisas.
En ese
rincón me senté para escuchar el
resto de lo que la grabadora guardaba.
Lo siguiente fue veinte minutos de toses, carraspeos, pasos, yo diría
que Félix, el objeto del espionaje, se preparó un café o algo así, si es que no interpreté mal el
sonido que me parecía el de la cafetera y el de una cucharilla dando vueltas en
una taza para remover el azúcar. Y después de ese tiempo vuelve a sonar el
teléfono. Por tercera vez se trata de una comunicación con Caniche. Félix contesta:
-¡Hola Caniche!
-Terminé
hace un rato y he puesto la tele para hacer tiempo hasta que vinieras.
-Ah,
bien. Desde esa gasolinera hasta aquí tardas tres minutos. Voy apagando el
ordenador y recogiendo.
Efectivamente Caniche tarda
pocos minutos en llegar. Se oye el timbre pero no los saludos. La grabadora
empieza a reproducir su conversación con cierta claridad cuando están cerca de
ella. Y ya ha pasado algún tiempo, según la misma grabadora, nueve minutos. Dicen:
-Caniche:
yo solo quiero que me expliques por qué quieres eso, es que no lo entiendo.
-Félix:
te lo he dicho mil veces, lo necesito para vivir tranquilo. Así no puedo vivir.
En cuanto me lo des ya verás como me relajo y no te vuelvo a hablar de ello.
Pero hazlo, ahora, cuanto antes.
Ahora estoy relajado, tranquilo, solo quiero saber.
-Caniche:
¿es que no entiendes que es humillante?, yo no puedo hacer una cosa así, y si
lo hago, después que sé yo lo que me pedirás, cualquier cosa. Además, ya te he
dicho, auque no me creas, que no hay mucho. A mi novio, al único que ha
significado algo, lo conociste, y
sabes que a pesar de tus circunstancias, lo dejé por ti.
Continuará.........
domingo, 3 de febrero de 2013
ADIÓS A JUAN RULFO 4ª parte
Me sentí
segura y fuerte. Agarré con prisas
las bolsas de la basura y algunas otras de papel más pequeñas, todas llenas
hasta los topes, y me marché. Con energía. ¿Cómo puedo dudar a veces?, ¿cómo puedo echar de menos esa cama,
esas cortinas, esos muebles, esas paredes, si todo pertenece a la misma
historia ?, todo forma parte del mismo mundo, del mundo que me estaba provocando
un cáncer emocional. Bajé las escaleras casi con euforia.
Cuando llegué al coche me asaltó la duda de si había apagado todas las luces,
estuve un rato entre el si y el no. Al final decidí volver a subir. Y si, la
duda era fruto de la situación, de los altibajos emocionales, todo estaba
apagado, todo estaba en su sitio.
Me fui a
casa, a mi nueva, confortable y acogedora casa. Mientras conducía me sentía con
ese bienestar que le quita peso a tu cuerpo. Con esa agradable sensación de liviandad llegué a la que desde
hacía solo un par de meses era mi nueva casa. Una casa distinta completamente,
tan distinta por dentro como por fuera.
Era amplia, me proporcionaba
el espacio suficiente para aliviar el ahogo permanente del que venía.
Desde que estaba allí, nunca me
volvió a faltar el aire para respirar como me pasaba con demasiada frecuencia
antes. Cuando me faltaba el aire
en presencia de alguien me decían que había sido un ataque de nervios , en el
mejor de los casos, de ansiedad me
decían otros. Esto dependía del grado de amistad que tuvieran conmigo. Luego me
aconsejaban que fuera al médico, como si fuera tan fácil encontrar un médico
que te escuche . Todos los días
me sorprendía el paisaje tan distinto que me ofrecía el gran ventanal del salón
de mi nueva casa: torres de viviendas altas, separadas las unas de las otras
suficientemente como para dejar ver el cielo, por la noche era negro como yo
nunca había visto antes. Pero la vida de la zona lo compensaba. Al lado de ese
ventanal comía y escribía.
Continuará.................
viernes, 1 de febrero de 2013
ADIÓS A JUAN RULFO 3ª parte
En uno de los cajones del
escritorio del cuarto naranja, donde yo me resguardaba de mis penas, encontré
mi grabadora digital, un instrumento que, meses atrás, me había
revelado unos hechos que me llevaron a donde estoy ahora. La grabadora fue un
chivato que me desveló sin
piedad un mundo que se me ocultaba
de forma cuidadosa y canalla, un mundo qu
intuía pero que no quería aceptar. Después de reprocharme haber olvidado la grabadora durante
tanto tiempo, no pude resistir
escuchar de nuevo lo que tenía grabado. Esto era:
la casa estaba en silencio,
solo se oye de lejos, casi como murmullos, los gritos de unos niños, serían los hijos de los vecinos de
al lado. Ahora Félix tose, parece tener dificultades
para respirar. Anda de un sitio para otro, sale de una habitación, entra en
otra, vuelve a salir. Carraspea fuertemente e inmediatamente dice:
-¡Hola Caniche!. ¿Qué haces?. Yo estoy aquí terminando
unas cosas, me faltan unos minutos y ya. Estoy un poco mareado. No se, si me da
tiempo, a lo mejor me acerco al médico.
Mientras Félix escucha lo
que su interlocutor, Caniche, le
dice, se ríe, parece que con
gusto, con mucho gusto, relajadamente, como quien habla con su mejor amigo,
cómplice, amante. Ha olvidado su malestar. Tras unos segundos, asiente a las
sugerencias de Caniche y cuelga. Se va de la habitación, o se retira de la
grabadora. Desde su nuevo sitio hace otra llamada, esta profesional. No me
interesa y la paso. Dura unos tres minutos. Seguidamente vuelve a hacer otra llamada:
-¡Oye!,
¿has llamado a eso?.
-Vale,
vale.
-Pues, ya
he terminado. Cuando quieras.
-Si, si.
Te espero.
-Que si.
No tardes.
Otra vez
Caniche. Entre frase y frase de Félix, silencios prolongados. Caniche debe hablar y hablar y hablar.
Después de esta segunda llamada a Caniche
apagué la grabadora y me marché con un ánimo muy diferente al ánimo con el que
había entrado en la casa; el toque de melancolía que me arropó cuando llegué,
se cayó al suelo como si fuera una chaqueta que llevaba sobre los hombros. Continurará ............
jueves, 31 de enero de 2013
ADIÓS A JUAN RULFO 2ª parte
Estaba claro que hacía mucho tiempo que no le había dado el aire a la
sábana bajera de la cama. Dentro
de la taza del water el agua había dejado unos chorritos de óxido, muestra
también del tiempo que hacía que nadie había tirado de la cadena. Las persianas dejaban entrar sólo la
luz suficiente para manejarse al andar pero, después de un rato ya podías
apreciar algunos detalles sin necesidad de encender una lámpara, como que
faltaba una acuarela de la pared o que las cortinas habían perdido el largo que
a mí me gustaba, ahora estaban a ras de suelo, le habían cogido el bajo para
que, cómo es la preferncia de algunos, no arrastrasen. Sí tuve que encender la
luz para hacer lo que fui a hacer, recoger algunas de mis cosas. Como no había
llevado maletas eché mano de lo que encontré, bolsas de basura. Llené dos
bolsas de basura con mi mejor ropa de marca, con esa que había comprado, la
mayoría en rebajas, con tanta ilusión. También recuperé alguna foto familiar,
varias piezas de cerámica, regalos casi todas, y algún libro, libros de esos de
los que no te sirve una edición nueva, de los que te gusta conservar el primer
ejemplar que llegó a tus manos porque dentro guarda también el momento en el
que lo leíste. El contenido de un libro es vulnerable a las circunstancias de
las personas que los leen. Un libro cambia contigo. Llevaba en la mente un
nombre que no quería olvidar, el del mexicano Juan Rulfo. Me sentía bien
aquellos días en los que leí Pedro Páramo y el Llano en llamas. Creía que
recuperar el libro me ayudaría también a recuperar aquel bienestar. Abrí todos los cajones de los muebles y
con ellos inevitablemente se despertó mi memoria. Más de lo que esperaba.
Continuará............
Continuará............
miércoles, 30 de enero de 2013
ADIÓS A JUAN RULFO 1ª parte
El buzón vomitaba la correspondencia. La pequeña puerta estaba abierta, había reventado porque no
tenía capacidad para recoger las cartas de tantos días. Lo observé durante unos segundos y reanudé mi camino hacía la casa que
estaba en el lado izquierdo del tercer piso. La pintura de las paredes de la
escalera era más espesa. Supongo que la habrían pintado recientemente. No me
gustaba el color, era de un amarillo pegajoso, como echado a perder. Si acerco
la nariz seguro que huele a rancio, pensé. Llegué delante de la puerta y me paré. Estaba tomando
conciencia de que estaba allí. Nunca había sido tan consciente a la hora de
abrir una puerta. Son cosas que casi siempre haces de forma mecánica, pero esta
vez era diferente. Dentro, la casa parecía querer atrapar el ambiente de la
escalera. Parecía luchar por impregnarse del mismo color y olor.
Afortunadamente todavía no lo había conseguido aunque la sensación de abandono era
clara. Todo estaba ordenado, excesivamente ordenado, las cosas ocupaban sitios
que no le correspondían ni por costumbre ni por estética. Quien las hubiese puesto en ese lugar
demostraba que no tenía ninguna intención de crear armonía, solo reflejaba la obsesión por un orden
estricto que mis ojos veían feo.
Todo estaba en línea recta, todo demasiado estirado, todo demasiado muerto.
Continuará.........
Continuará.........
Suscribirse a:
Entradas (Atom)