QUIÉREME

martes, 16 de febrero de 2016

FEOS

      Dice Gadea que el otro día estaba viendo una serie de televisión que se llama From Dusk Till Dawn y que uno de los protagonistas, que es malo malísimo y además sufre alucinaciones, tiene en la cara la misma piel de cerdo que tenía su ex cuñado. Suena feo, añade Gadea como forma de disculpa, pero es la mejor descripción. Es esa piel gruesa que hace pliegues gruesos y que tiene poros grandes, como volcanes si la cara fuera la tierra. Es una piel blancuzca aunque esté bronceada y que parece cubrir una extensa capa de grasa animal, dura y poco flexible. Sé que sabes de lo que hablo. Sé que has visto esa piel alguna vez. Parece ser que con la edad ese tipo de piel no se arruga mucho, pero aún así no la quisiera para mi, no entra en mi sentido de la belleza ni en mi lista de deseos.
 
     Solo fue una apreciación que la llevó a repetir, una vez más, su idea de que la belleza es algo subjetivo y que una persona que ves guapa es buena para ti y viceversa, que una persona buena para ti la ves guapa. Así de simple. Y de ahí me volvió a repetir el consejo que una vez le dio un amigo; estaba Gadea contando a su amigo sus problemas con una compañera de trabajo y su confidente le aconsejo que contestara a sus agravios llamándola fea. Dile, le dijo su amigo, que es muy fea. Gadea cuenta que le pareció un consejo tonto, un insulto infantil. Ahora, según ella misma asegura, ha cambiado de opinión y se arrepiente de no haber llamado feo o fea a todos las personas con las que ha tenido diferencias irreconciliables porque "realmente todas ellas me parecen feas feas feísimas".
   
      Como es difícil, no imposible pero si poco probable, que Gadea llame fea a alguna de esas personas activamente opuestas a ella, a alguna de esas personas que han actuado con mala leche contra Gadea, yo lo voy a hacer por ella: eres muy fea . 

miércoles, 13 de enero de 2016

LA MUJER DE PLÁSTICO

Syed es un egipcio que trabaja de chófer en un país donde a las mujeres les está prohíbido conducir. Syed ha descubierto que una de sus clientas es de plástico. Me lo ha contado Gadea. Quienes conocen a la mujer de plástico dicen de ella: es maja, correcta, ya quisiera yo estar así a su edad. Es todo. Son todos los comentarios que Gadea ha escuchado sobre la mujer de plástico. Gadea misma asegura que es incapaz de añadir algo más, de sumar un calificativo un poquito más pasional, bien sea positivo o negativo. No se la odia ni se la ama. Se ve guapa, pero no se la envidia. Intelectualmente parece seguir un carril determinado, según Gadea, un carril dibujado por alguien con capacidad de manipularla, probablemente su marido, a quien le ríe todas las gracias, incluso sus chistes clasistas. Su apariencia destaca sobre la mayoría debido al cuidado con el que se viste, se peina y se adorna. Su aspecto es tan esmerado y metiloso que, efectivamente, es antinatural. Sus gestos corporales, su postura es tan recta y medida que un gramo de espontaneidad le vendría bien.  Y su discurso, tan politicamente correcto y falto de ideas propias que es raro que pueda despertar interes. Con todo esto que me ha contado Gadea la conclusión de que es de plástico parece adecuada. Pero la cuestión es que no sabemos nada de ella, es hermética, es como una lata de sardinas, y es necesaria una herramienta específica para abrirla. Ahora bien, si pudiésemos abrirla ¿qué encontraríamos dentro? ¿a una muñeca de Famosa o a una mujer reprimida y manejada? 

domingo, 13 de diciembre de 2015

EL MANDIL

    Me contaba Gadea que una amiga suya, cada noche después de cenar, sale al patio y fuma un cigarro. Sentada bajo el cielo oscuro, con la cambiante luna delante y con su cigarrillo entre los dedos, se hace las preguntas más repetidas de la humanidad: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? Depués de esos minutos entra en casa, se sienta a la mesa, levanta la pantalla de su ordenador dispuesta a escribir alguna historia, y cuando está a punto de apretar el botón de encendido, ve su reflejo. Y en él, algunas respuestas a sus preguntas: aún lleva el pelo recogido y el mandil que, cada noche, se pone para proteger su ropa a la hora de hacer la cena.

LA DESCONCERTANTE CASA DE LOS SUEÑOS DE GADEA

        Durante años Gadea sueña con una casa. Es una casa grande, a las afueras de una gran ciudad. Tiene  muchas habitaciones, varios salones que se comunican entre si y un gran patio cuadrado, descubierto, con barandilla y suelo de piedra, con aire de casa provenzal francesa rodeada de viñedos. De hecho ese patio es fácilmente imaginable amueblado con sillas y mesa de forja, mantel de cuadros, y sobre él, copas y una botella de vino. Incluso podría tener una fuente y hasta un ángelito de piedra, aunque en la casa de los sueños de Gadea no los hay. Algunos muebles vienen con la vivenda, como sofás estilo Luis XVI que Gadea nunca hubiese escogido aunque los acepta con agrado porque le resultan armoniosos, adecuados a ese espacio.
  Es una casa de reciente adquisión. Elegida, no impuesta. Resulta más de lo que podría desear. Perfecta, si no fuera porque hay algo desconcertante: cuando lleva un tiempo instalada, por casualidad, por azar, encuentra una estancia nueva. ¿Cómo puede ser que hasta ahora no haya visto este lugar? ¿Cómo puede ser que hasta ahora no haya abierto esta puerta? La angustia se apodera de su estómago, la ansiedad de sus nervios y el temor de su mente. La aflicción y la incertidumbre se le hacen insoportables cuando esa puerta abre una estancia completa donde vive otra familia, una mujer con niños pequeños que no muestran asombro al ser descubiertos por Gadea. Ese es el momento en el que uno despierta de los sueños. Es el momento en el que un sueño empieza a convertirse en pesadilla. Gadea, como cualquiera, sale del sueño traumatizada. La lucha por abandonar ese mundo onírico, cuando resulta una amenaza, siempre es dura, aunque sepas de antemano que vas a salir de ahí, que la pelea la gana la parte de ti que quiere despertar.    

sábado, 7 de noviembre de 2015

UNA CAJA DE BESOS

Gadea abrió uno de los ciento cincuenta embalajes que el camión de la mudanza dejó en el salón de su nueva casa. Dentro de ese envoltorio, abierto al azar, encontró tres fotos y una cajita de madera pintada color azul celeste. Eran la foto de su madre, muerta joven y bellísima, la foto de un trabajo lleno de promesas, y la de un falso amor, mentiroso, que le descontroló la brújula y le indicaba norte cuando quería decir sur. La caja contenía quinientos recortes de papel, con forma de labios, color carmín. Leves como “el ser” y poderosos como un arma de fuego que puede quitar la vida, dispararon una bala de plomo contra las fotos. Y se murieron las dudas.   

LOS SUEÑOS Y LOS MONSTRUOS

Gadea ha deseado el mismo deseo muchas veces: una casa con muros de piedra y un tejado de verdad. En los puntos más altos de la gráfica de su vida, casi rozaba con sus manos la fachaa de la nueva casa. Y entonces, otro sueño aparecía: un monstruo que olía a cóctel de especias derrumbaba la incipiente construcción. Es cierto que, ya despierta, recordaba como de entre los escombros de la casa de sus sueños, emergía su deseo, inmortal,  como Ave Fénix. Pequeño y débil se elevaba para volver al lugar donde esperan los sueños . Si Gadea consiguiera soñar con la muerte del monstruo es seguro que conseguiría su casa. Sin inseguridad, el camino sería recto, verde, y olería a jara. Lo se porque así lo he soñado yo.

lunes, 12 de octubre de 2015

¿CÓMO SE DESTRUYE UN FANTASMA?

        Dice Gadea que un amigo le contó:
   "La mayoría de mis fantasmas tienen nombre y apellido.También tengo otros que son nombres, conceptos. Generalemnte se presentan por grupos o de uno en uno. En ese caso puedo seguir mi vida con normalidad. Pero hay momentos en los que se me presentan todos juntos y entonces, el daño que me hacen es insufrible, me provocan cansancio, tristeza, irascibilidad y aturdimiento mental. La lucha suele durar varios días. En ese tiempo todo está patas arriba, nada está en su sitio, vivo en el caos y está oscuro y por tanto no veo por dónde empezar a recomponer mi ánimo. Quiero mandarlos a la mierda pero, como son fantasmas, son incapaces de escuchar, y aunque pudieran oir ¿por qué me iban a hacer caso? Tengo que encontrar la forma de cerrarles el paso de una vez por todas.Tengo que evitar ver sus falsas sonrisas y verme a mi mismo siendo amable con ellos, porque alguna vez he sido amable con ellos, aun sabiendo que eran fantasmas malos, y cuando lo recuerdo me dan ganas de tirarme de los pelos. Necesito crear una barrera a mi alrededor que les impida el paso e idear un mecanismo para que mi boca ni sonria ni hable cuando los tengo delante. Una vez puse sus nombres, el de las personas y el de los conceptos, en un papel y los quemé. Durante algún tiempo estuvieron alejados, pero volvieron. Es imposible quemarlos a ellos porque son fantasmas y conceptos. ¿Como destruirlos? Tiene que haber algún mecanismo que permita agostar fantasmas, seguro.
     Mi vida está repleta de bondades. Y de posibilidades. No puedo, me repito una y otra vez, perder el tiempo con espectros que solo yo veo. Mientras sigo buscando la forma de destruirlos o alejarlos, momentáneamente me desahogo gritándoles, muy educadamente: ¡iros a la mierda!".