QUIÉREME

jueves, 13 de noviembre de 2014

GANESH



                                                                                                  Ganesh, mitad hombre, mitad elefante. Abre todas las puertas.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

A MERCEDES LE GUSTA EL VINO BLANCO

     A Mercedes no se le mueve un pelo. Más que pelo parece peluca de tan colocado y tan bien coloreado. Sus manos están impecablemente cuidadas y adornadas, su rostro, pesadamente maquillado. Su ropa, estirada, frecuentemente estampada de felino, y un pelín sofisticada para ir a dar un paseo. Su postura corporal, de bailarina, recta, controlando cada movimiento, educadísima. Y a esta descripción hay que añadir otra característica que, generalmente, va en el lote: comer poco aparentando comer mucho; si quieres manter la figura no puedes pasarte ni un gramo pero,  a esta disciplina hay que vestirla de desinterés, de "yo como de todo y todo lo que me apetece". ¡Que mentira! Pero, es una mentira vana, de esas que nadie se cree, de esas cuyo objetivo principal es autoengañarse, se trata de una pequeña trampa hecha por y para el propio mentiroso. Entonces, una mentira que nadie se cree ¿ es mentira? Yo diría que si porque, al fin y al cabo, la intención es ocultar, transformar, maquillar la verdad vaya destinada a quien vaya.
Y un apunte más: generalmente, el aparente desinterés por la comida va acompañado de un toque de sofisticación representado en una copa de vino, suele ser blanco. ( ¡Para que veas que no me importa engordar, me tomo una copa de vino! ) Snob.

lunes, 10 de noviembre de 2014

EL PARAÍSO DE GADEA

Gadea llega a casa la última. Es poco frecuente, sucede una o dos veces al año. Son algo más de las doce. Una lámpara encendida en el salón le da la bienvenida. Pasa a la cocina y bebe agua. Apaga la luz y enciende la del pasaillo que le lleva a su habitación. Las puertas de los dormitorios están abiertas, tres y la suya, cuatro. Se cambia, se lava los dientes y se acuesta,  a oscuras. Poco a poco las cosas del dormitorio se van presentando, ya puede ver casi todo en la oscuridad. Oye la respiración  de su marido que duerme. Oye como sus hijos cambian de postura en la cama. Y en tanta calma y junto a ellos,  se siente feliz. "Mi hogar es el paraíso" piensa. "He estado bien fuera pero mi hogar es el paraíso. No conozco nada mejor. ¿Hay algo mejor ? ¿ Hay algo que pueda producir más bienestar ? ¿ Se puede pedir más? " .
Se le vienen a la cabeza algunos amigos cuyas carreras han ido bien, amigos con éxito profesional, amigos con un envidiable nivel adquisitivo, amigos con casas preciosas pero, " ninguno tiene lo que tengo yo, ninguno. Tengo amigos que merecerían conocer esto, que merecerían pasar de vez en cuando por el paraíso".

MANUELA

    Manuela González García-Caro siempre fue mayor, siempre parecío tener " más de cincuenta".  Cuando dos de sus conocidas se juntaban y salía a relucir Manuela, una, siempre preguntaba a la otra: ¿que edad tendrá ya? La respuesta era: "más de cincuenta" . Alguien dijo alguna vez que Manuela debía rondar los cincuenta cuando a penas rebasaba la treintena.
    Ahora Manuela pasa horas sentada en su mecedora en el porche de casa. Es un porche grande, con baldosas de trerrazo rojo y barandilla de madera oscura. Se sienta mirando a la calle: delante tiene su jardín y el portón de hierro. Detrás de su mecedora hay dos grandes ventanales protegidos por robustas rejas. Y al rededor del porche, hay macetas grandes y pequeñas con platas sanas y rebosantes de flores, sobre todo en primavera. Manuela lleva puestos unos vaqueros, zapatillas de deporte negras y una camiseta cualquiera. En invierno, encima de su camiseta cualquiera, un jersey cualquiera y, si el frío aprieta, se cubre las rodillas con una manta que deja sobre el respaldo de la mecedora hasta bien entrado el mes de junio.
     Manuela recibe visitas. Es una mujer simpática, natural; desinteresada en aparentar lo que no es, sin sinterés por parecer que tiene lo que no tiene. No esconde nada. O al menos, nada que nadie deba saber. Quienes la conocen más íntimamente, hablaron mucho, en su momento, sobre una relación, más o menos duradera, y más o menos intensa, entre Manuela y su primer amor, ese de los dieciséis. El tema fue motivo de muchas conversaciones porque, Manuela y su primer novio, eligieron consumar su pasión cuando él era el marido de la mejor amiga de Manuela. Nadie, sin embargo puede confirmar que aquello pasara. Lo que si parece confirmable es que, aparte de la supuesta, no tuvo ninguna otra relación. Alguien me contó que es una conversadora excelente pero que cuando se trata de hablar de amor,  se vuelve muda.
    Manuela ronda los setenta, y sentada en la mecedora de su porche, se balancea y lee. Mientras,  dos jovencitas pasan por la acera y la ven a través del portón de hierro. Una le dice a la otra: ¿conoces a esa mujer ? ¿ que edad tendrá? Y la otra responde: debe tener " más de cincuenta ".