QUIÉREME

lunes, 15 de febrero de 2021

EL DON DEL VIEJO ANDRÉS -Minicuento-


Había una vez un anciano que vivía en un pueblo de La Mancha. Se llamaba Andrés y decían que siempre había sido viejo. La señora Julia, que superaba la centena, no se sabía en cuanto, lo corroboró incluso en un programa de la televisión autonómica con estas palabras:

“Si, si hija. El señor Andrés ya era anciano cuando yo iba a la escuela. Así es. Sí”.

Quizá para contrarrestar esa peculiaridad, la vida había dotado al viejo Andrés de otra cualidad igual de extraordinaria: aliviaba el corazón de la gente. Los del pueblo acudían a él cuando la vida los llevaba a situaciones de esas que se parecen a un cruce de caminos sin salida. Mujeres y hombres, pobres y ricos, escépticos y creyentes, todos lo que hablaban con él, sentían desahogo y consuelo según iban describiendo su encrucijada. Decían que el viejo veía con claridad ese sitio, lleno de niebla, en el que todos hemos estado alguna vez. Lo hacía dejando hablar, esforzándose por entender el matiz que cada hablante da a cada palabra. Eso era todo. Una vez más la señora Julia lo confirmó: 

Así es hija mía, el viejo Andrés sabía escuchar como nadie”.


(A mis compañeras de habitación del HNP, a las que ni he sabido ni sé escuchar como es debido). 

sábado, 13 de febrero de 2021

La libertad que tengo

Hace un par de años mi amiga Gadea también me escribía lo siguiente:

 ¿Alguien me puede decir qué es la libertad? A mí cada vez me resulta más extraña esa palabra. ¿Para qué somos libres? ¿Qué decisiones podemos tomar libremente? ¿Tenemos la libertad de elegir, de verdad? Yo no he elegido tener la edad que tengo, ni mi aspecto, ni mis complejos ni mis virtudes., No he decidido las partes fuertes  y débiles de mi cuerpo ni de mi personalidad. Ni creo que dependa de mi libertad que me guste un color más que otro, que prefiera falda o pantalón, ni que me sienta atraída por un hombre o una mujer o por ambos. No he sentido la libertad de sentir predilección por un color de piel, un timbre de voz o la forma de unas manos. Ni sé por qué me gusta un discurso y no otro, una flor en vez de otra, las historias de ciencia ficción más que las de terror.

No somos libres de decidir dónde y cuando nacer, ni en qué familia, ni si tendremos hijos o no. ¿Nos contagiaremos de algún virus malvado? Ni siquiera podemos decidir cuándo morir. Conozco gente que pensaba lo contrario. 

Cada vez me siento menos libre. Creo que soy como un pájaro en una jaula; no hay que soltarlo, no sobreviviría, debe seguir en la jaula por su bien.

                                                                                                                 Gadea

viernes, 12 de febrero de 2021

El relato de mi vida

Hace un par de años mi amiga Gadea me escribía lo siguiente:

Cuando se aproxima tu cumpleaños ¿no tienes la sensación de que algo indefinido e importante va a pasar? ¿No crees que es tu momento del año? ¿No sientes que por fin va a llegar eso que llevas tiempo esperando? ¿No te parece que el universo lleva un orden para cada uno de nosotros y tu turno está cerca? Es como si entraras en un túnel del tiempo en el que todo va a salir bien e incluso, algo mágico puede suceder. 

Sí, diría que es frecuente este estado pero también afirmo -sin condicional- que es un espejismo, nada más que un deseo. A mí,  personalmente, las fechas próximas a mi cumpleaños me ponen nerviosa y un poco triste. Creo que es porque mi subconsciente me manda mensajes tipo: te queda menos, tus sueños están un poquito más lejos, espabila, haz lo que tengas que hacer ya, crea tu propio golpe de suerte. Y esto no hace más que ponerme más nerviosa y triste. 

Es una de esas situaciones en las que me gustaría que mi vida fuese narrada en una película. La vería tranquilamente desde el sofá y así -con esa perspectiva- comprendería dónde están mis errores y dónde las soluciones. Es decir, que otra persona narre el relato de tu vida. El problema es que eso es imposible porque siempre sería una versión subjetiva y parcial. Se necesita una vida para contar completamente una vida. 

-Y además ya nos han contado bastantes historias sobre errores y soluciones, ¿no?-


                                                                                                                Gadea 😘





sábado, 6 de febrero de 2021

Quiero ser como Escarlata

 ¡A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a ponerme mala! 😄

Ya tengo la frase, ahora me queda escenificarla: salir, coger un puñado de césped y exclamar esas palabras con el puño en alto y mirando al cielo. He tomado la decisión, haré el ritual (mentalmente porque a causa de la COVID no se puede salir 😏) y esperaré  a que el mensaje cale en mi subconsciente. Así, sin necesidad de pensar más en ello, haré lo que haya que hacer para ¡jamás volver a ponerme mala! 

 

domingo, 31 de enero de 2021

Comunicación ¿necesaria?

 He vivido mucho tiempo fuera pero mi casa es la casa donde viven mis padres. He ido siempre que he podido. Si llegaba por la mañana, mi madre estaba en la cocina. Si llegaba por la tarde mi madre me esperaba cosiendo, junto a la mesa camilla, al lado de la ventana del comedor. Murió hace treinta y cuatro años pero sigue viviendo allí. Mi padre también, pero él sigue vivo. 

Creo que este, ha sido un mal año para mi padre. Primero porque yo he estado todo el tiempo en el hospital. Lo he visto muy poco. Segundo, por la pandemia de la COVID 19 que le ha mantenido encerrado en casa, sin  poder pasear, sin ver a nadie, sin relacionarse, con la única compañía de la brutal y estúpida televisión. Es lo que creo porque eso son cosas que no preguntas a tu padre. No estás hablando con él en una videoconferencia y dices: este está siendo uno de los peores años de tu vida, ¿verdad? La pregunta tiene mucho riesgo y la respuesta podría ser una bomba emocional. 

Los hijos no conocen a los padres. No saben lo que piensan, lo que sienten, lo que sueñan. Aunque sean habladores como los míos. Los padres ocultan a los hijos grandes secretos de su ser; los hijos no necesitan saber ciertas cosas de los padres. Los padres conocen a los hijos durante algún tiempo, luego también dejan de conocerlos. 

Autobiografía cualquiera



                                                                         C
                                                                        E L
                                                                         Y
                                                                YO   U   YO
                                                                         E               
                                                                         R
                                                                         P
                                                                      HOY
                                                                                                                                    
                           O        D     A     S      A     P -   P     R     E     S      E      N     T    E
                                                                   
                                                                                    

sábado, 30 de enero de 2021

MI CUERPO

Querida Gadea:

    Hoy he recordado un par de canciones que te he oído tararear más de una vez. Me refiero a El Estuche del grupo colombiano Aterciopelados y a Guapos y Guapas del español El Kanka. En principio, estoy de acuerdo con el mensaje de su letra, ya sabes, que hay que cultivar más la mente que el cuerpo. Pero, solo en principio. Todavía no sé si también al final. 

    Después de pasar más de un año en el hospital recuperando mi cuerpo parece razonable reinterpretar su  importancia. Yo soy él y él soy yo. Si él muere, yo muero. Para recuperar toda su funcionalidad debo ir al gimnasio más de lo que me gustaría. Y creo que esa practica tendrá que formar parte de mi vida para siempre. Necesito mi cuerpo para moverme y comer, bañarme, vestirme. Para acercarme a una persona y acariciarla, besarla. Lo necesito para decir si, no, o te quiero. Para encender el ordenador y escribir y ordenar mis ideas. Para pedir perdón, dar gracias o pasar página. Para soñar. Para todo. 

   Me ha sorprendido el dolor que puede aguantar el cuerpo. Porque también es donde sucede el dolor. La alegría sin embargo, tiene un componente etéreo, parece suceder fuera, como en el áurea. 

   Si la forma del cuerpo se ajusta a los cánones de belleza del momento, llevará ventaja en muchas cosas. Sí, los guapos lo tienen más fácil. Por ejemplo: he empezado a leer un libro que mi hermana lleva tiempo recomendándome. El primer capítulo me impacta. Googleo al autor y cuando veo sus fotos me cae mal, hay algo en su físico que no me gusta; el gesto de su cara me produce desconfianza. Vuelvo al libro y ya no me parece tan bueno. Me he vuelto más exigente y crítica. Sigo leyendo por el motivo por el que me fue recomendado, porque hay una parte con la que mi hermana y yo nos identificamos, circunstancias de nuestro pasado que coinciden con las del narrador de la historia del libro. Nunca antes me había parado a pensar que el físico de un autor me pudiese influir de esa manera a la hora de leer su obra. ¡Que superficial! ¡Que tonto! Así de caprichosos y crueles pueden ser las consecuencias de que un cuerpo pueda gustar o no. 

   Necesito mi cuerpo Gadea, no tengo otra cosa. Y cuanto mejor quede mejor será mi vida. Por otra parte, creo que la mente hace y deshace en el cuerpo. Pero ¿cómo mantenerla en forma y que repare lo enfermo? ¿Cómo reconducirla cuando sabes que va por mal camino?