Los antropólogos y filósofos hablan de "el otro", como el opuesto a ti. Dicen:
Eres tu quien me dice quien soy yo. Si no me comparo contigo ¿cómo sé quien soy?
No puedo estar más de acuerdo.
Los antropólogos y filósofos hablan de "el otro", como el opuesto a ti. Dicen:
Eres tu quien me dice quien soy yo. Si no me comparo contigo ¿cómo sé quien soy?
No puedo estar más de acuerdo.
El pasado, que tiene un ego muy grande, no quiere que lo olvidemos y por eso, a veces, nos jode; nos deja consecuencias difíciles de superar.
La del medio es mi mano izquierda.
Mano: En algunos animales, extremidad cuyo dedo pulgar puede oponerse a los otros.
Mis manos:
Acariciaban, vestían, desvestían, rascaban, arañaban, sujetaban, alimentaban, limpiaban, ordenaban, frotaban, planchaban, estiraban, remetían, agarraban, cocinaban, estrujaban, hervían, pintaban, conducían, señalaban, descubrían, escribían, cosían, hilvanaban, dirigían, marcaban, destrozaban, colocaban....
¿Dónde está esa fuerza superior a nosotros? Esa que dicen que dice: pedid y se os dará. También dicen que dice: una palabra tuya bastará para sanarme. ¿Dónde está? ¿Cómo se llama? ¿Atiende a todos? ¿No discrimina por color de piel, nacionalidad, nivel económico, edad, sexo, profesión, religión....? ¿Da igual si eres ateo o si eres un hombre de fe? ¿Importa el físico o tu capacidad intelectual? ¿Si eres bueno o malo? ¿Con qué palabras hay que dirigirse a ella? ¿Hay que hacerlo en una lengua determinada? ¿En una postura concreta? ¿Siempre responde? Si es si, ¿cuánto tiempo tarda? ¿Hay alguna fórmula especial para hacer la petición? ¿Hay que hacerlo en algún lugar determinado, en alguna ventanilla concreta? ¿Cuánto cuesta? ¿Es caro, barato, gratis? ¿Hay horario? ¿Es necesario vestirse de alguna manera? ¿Se pueden llevar zapatillas o chanclas?
¿Qué está en tus manos y qué no depende de ti? No eliges nacer, ni dónde, ni cuando, ni en que familia, ni tu físico, ni tu intelecto, ni tus emociones, ni tus habilidades, ni si eres buena o mala persona, ni si gustas o no a alguien. No puedes hacer que ahí fuera haga frío o calor, sea de día o de noche, esté despejado o gris, llueva o nieve. No puedes o no sabes -que para el caso es lo mismo- evitar muchas enfermedades, accidentes, ignorancias, estupideces.
A veces, solo a veces, y no todos, puedes: leer, escribir, escuchar, ver, entender, comer, amar, construir, destruir, cultivar, contemplar, viajar, caminar.
Hay quien piensa que la Naturaleza es perfecta, que la Tierra, el cuerpo humano y la Vida es perfecta. Yo creo otra cosa: creo que son asombrosas porque nos sobrepasan, que las vemos asombrosas porque conocemos menos de lo que desconocemos, que nos queda tanto por descodificar que las pensamos perfectas. Pero hay volcanes y terremotos, enfermedades y vejez, vidas truncadas y dolorosas y mucha pobreza: demasiado violento para considerarlo perfecto -a no ser que empecemos a ver belleza en la violencia-. De momento solo puedo ver belleza en la lava de un volcán si la veo a través de una pantalla a miles de kilómetros; puedo ver belleza en un anciano si conozco algo más de él; no puedo verla en un político corrupto si no roba como los chicos de Danny Ocean -George Clooney- en sus películas, y no lo hacen. Y además lo finito ¿es perfecto?, ¿es bonito? ¿Cómo puede ser perfecta la Naturaleza si nos ofrece un número finito de mañanas? Las mañanas son frescas, renovadoras. Y esforzándome, podría aceptar que se acabaran las mañanas pero ¿y las tardes? ¿Cómo puede haber perfección sin tardes? Las tardes son afectivas, creativas. No, este no es un Mundo Perfecto, si las tardes están contadas.