QUIÉREME

martes, 29 de octubre de 2013

ANTONIO, MI AMIGO



                Antonio, ¿sabes lo que le pasó a mi amigo?
Se enamoró hasta el tétano de su piel sus ojos 
Su sonrisa.
Tuvo hijos y vivió por ellos, los amó, a su manera,
Reglas inexorables. 
Un obstáculo y otro más,
En el amor, los suyos
En el trabajo, los otros. 
Sus hijos dieron el primer paso, saltaron a la segunda línea.
La tercera parece demasiado, la mitad del futuro hablará.
¿Sabes lo que le pasó ?, Antonio.
Ella se interpuso en su camino, otro pelo otros labios
Otro olor. 
Dijo: no,  pero todo cambió. 
Dañado el cristal de la morada del alma, la mudanza es segura
La conversión irremediable
La misma ropa no hacen el mismo día, 
Ni la misma casa ni las mismas sábanas
Sobrevivió. 
                                                                    Cien poemas cff

domingo, 27 de octubre de 2013

MISS CALABAZA

PLENO PAROXISMO


Hay un muro ante mí.
A veces la Luna saca el pico y
la pala y lo hace desaparecer.
Entonces, todo fluye
Todo recorre un cauce invisible e
inevitable, oscuro y atractivo.
Entonces, se hace imposible evitar
Estrellarse contra las estrellas
porque todo fluye inevitablemente.
                                                                                  Cien poemas cff

miércoles, 23 de octubre de 2013

GUITARRAS

                                                                                                                         Marta Raymundo

domingo, 20 de octubre de 2013

QUERIDA MAYA

Querida Maya:
Hace mucho que no hablamos, más aún de la última vez que nos vimos,  pero Gadea me ha puesto al día sobre ti; me ha descrito el momento en el que te encuentras. Yo te escribo para decirte que si necesitas algo cuentes conmigo, tienes mis cosas, y ya sabes, mi amistad a tu disposición. Dice Gadea que estás muy cerca de una línea donde acaban muchas cosas y empiezan otras. Y eso da vertigo,  y por eso estás y no estás, ríes y lloras, hablas y callas, quieres y no quieres. Las dudas se despejan solas; los acontecimientos se van sucediendo y van cambiando las circunstancias, tanto,  que lo que hoy parece negro, mañana será blanco. Si pensar te distrae y te hace sufrir, no pienses. No siempre es bueno pensar, no siempre la mente dice la verdad, a veces te engaña, a veces es una embustera. El corazón sin embargo, aunque su apariencia sea menos seria, menos responsable, más loca, incluso a veces, disparatada, el corazón nunca te engaña.
Querida Maya, lo que tenga que ser será porque, aunque no lo creas, tú ya has tomado una decisión. Es lo que me ha dicho Gadea, dice que no lo sabes pero que ya has decidido y cada paso que das va hacía esa meta. Por lo tanto sufre lo menos que puedas. El sufrimiento solo te obstaculizará más el camino. Querida Maya, te seguiré escribiendo. La frecuencia pídemela tu.
Te quiere.
Sol

domingo, 6 de octubre de 2013

EL LLANTO DE GADEA

      Dice mi amiga Gadea que muchas mañanas se levanta con ganas de llorar. Yo le digo: si queremos llorar, todos tenemos motivos, unos más que otros,  pero todos tenemos algo en nuestra vida digno de echarse a llorar. Ella añade que no hay una causa concreta para su tristeza, que las circunstancias de su vida no han cambiado desde hace años, que no hay nada específico que la haga sentir mal pero,  asegura que hay días que solo con mirar sus manos se echaría a llorar. Intento, dice, mantener a raya ese sentimiento. Sin embargo hay veces que no lo puedo resistir y le doy rienda suelta, lo que me pone más triste aún porque, al principio,  no se por qué lloro y al final, lloro por todo, absolutamente por todo; lloro porque mis padres se hacen mayores y porque la cama está sin hacer, por el grano y la paja, con la misma intensidad. Lo que quiero decir, me explica Gadea, es que nada de mi vida es tan malo como para angustiarme y a la vez, todo, me puede llegar a provocar desesperanza.
    Yo, le digo, desde los once años tengo un excusa para eso: las hormonas. Esta respuesta es tranquilizadora porque realmente hay una causa, es liberadora porque está fuera de tu influencia, no puedes hacer nada para modificar la reacción de una hormona, y además parece tener la comprensión de los demás; si se trata de "eso", esperaremos a que se pase,  y ya.
    Si, dice Gadea, pero tu y yo sabemos, que hemos llorado a causa de nuestras hormonas, dos veces en la vida. Hay veces que el juego no funciona: cuando despiertas a media noche y empiezas a sentir cómo la tristeza te aplasta el pecho y una lágrima comienza a escurrirse desde tus ojos, entonces, no hay hormonas que te consuelen. Es el pasado, son decisiones equivocadas que tomaste, heridas que no se han curado, frustaciones que no has superado, complejos estúpidos que siguen saliendo a la luz, decepciones que flotan como el aceite. Se trata de basura emocional que hay que reciclar de una vez por todas.

GADEA Y EL DESTINO 3

Dice mi amiga Gadea que la mayoría de los recuerdos los guardamos distorsionados. Y cuanto mayor es la carga emocional que nos produjeron, mas distorsionados están. A esto hay que añadir que con el tiempo se distorsionan aún más. Que los recuerdos no sean fieles a los hechos no significa que los tengamos que despreciar; los cambios que les hemos dejado son las punzadas de un cincel que quita lo que sobra y queda lo que debe quedar. Más o menos ajustados a la realidad son lo que tienen que ser.
   Cuando nos mudamos a casa de mis abuelos yo tenía 8 años, mi hermano 6. Era un niño alegre: bajito, delgado moreno y con una risa que siempre terminaba por contagiarme. Las discusiones de nuestros parientes nos unían más y más. Y el refugio que teníamos en una de las cámaras de aquella enorme casa llegó a ser nuestro verdadero  hogar porque, hasta que no nos echaban en falta, allí comíamos, dormíamos e inventábamos.  Y nos sentíamos seguros. Nos daba mucho juego un pato a medio disecar , abandonado por uno de mis tíos en aquella cámara,  donde debío darse el origen del Síndrome de Diógenes. Era un animal de plumas verdes y azules que brillaban como un zapato recién untado de betún; tenía el cuerpo relleno de paja, la cabeza se le iba para un lado y para otro y sus ojos eran dos bolitas negras e inexpresivas que le daban aspecto de desconsolado. Aquel pato muerto nos hizo vivir muchas aventuras. Como las historias que, de higos a brevas, nos contaba el abuelo sentados los tres bajo el membrillo del patio.